Ana se paró frente a la cámara, su cabello rojo cayendo suavemente sobre sus hombros. Ella sonrió, pero no era una sonrisa genuina. Era una sonrisa que ocultaba su verdadera identidad. Había aprendido hace mucho tiempo que el mundo no era amable con mujeres como ella. Mujeres que eran diferentes. Mujeres que no encajaban en la estrecha definición de belleza de la sociedad. Entonces, había aprendido a ocultar su verdadero yo detrás de una máscara de sonrisas y cortesías. Pero, a veces, se preguntaba cómo sería ser ella misma. Para soltarse el pelo, para usar lo que quería, para ser quien quería ser. Pero, por ahora, ella solo sonreiría y fingiría.
Miguel yace en la cama, con una mujer desnuda a su lado. La mujer tiene el pelo oscuro y su piel brilla con el sudor de su reciente encuentro amoroso. Miguel se levanta de la cama y comienza a vestirse rápidamente, con la esperanza de no despertar a su esposa Ana.
Pero Ana ya está despierta. Se encuentra en la puerta del dormitorio, mirando con horror a su marido mientras se viste apresuradamente. Miguel se da cuenta de que ha sido descubierto y trata de excusarse, pero Ana no quiere oírlo.
Las lágrimas comienzan a deslizarse por las mejillas de Ana mientras Miguel trata desesperadamente de explicar la situación. Pero es demasiado tarde. Ana sabe la verdad, y la traición de su marido ha dejado una cicatriz en su corazón que nunca sanará.
Ana caminó lentamente hacia la piscina, con su traje de baño negro y rojo resaltando su figura. Miguel la esperaba en el borde de la piscina, con su mirada fija en ella. El sol brillaba en el cielo, creando un ambiente cálido y apasionado.
Cuando Ana llegó al borde de la piscina, Miguel extendió su mano para ayudarla a entrar. Ella aceptó su oferta y se sumergió en el agua, sintiendo el frescor del líquido en su piel. Miguel la siguió, y juntos comenzaron a nadar lentamente.
A medida que avanzaban en la piscina, Ana no podía evitar sentirse atraída por Miguel. Su cuerpo musculoso y bronceado era demasiado tentador para resistir. Se acercó a él, y él la tomó en sus brazos, sosteniéndola firmemente mientras se besaban apasionadamente.
El agua seguía moviéndose a su alrededor, pero Ana y Miguel estaban completamente absortos en su propio mundo. La tensión sexual entre ellos era palpable, y finalmente cedieron a sus deseos.
La piscina se convirtió en el escenario de una pasión desenfrenada, mientras Ana y Miguel se entregaban el uno al otro. El sol seguía brillando en el cielo, pero para Ana y Miguel, todo lo demás desapareció. Juntos, disfrutaron de la tentación y el placer que solo la piscina podía proporcionarles.